Tras asumir la gobernación de Cuyo en agosto de 1814, el General José de San Martín se encontró con un panorama económico desalentador. El cierre del comercio con Chile, quien había sido la principal fuente de ingresos de la provincia y en ese momento había caído de nuevo en manos del Imperio Español, había generado un severo déficit fiscal que amenazaba con obstaculizar los planes de preparación del Ejército de Los Andes y la posterior Campaña Libertadora.
Ante la urgencia de recaudar fondos y la escasez de alternativas viables, San Martín tomó una medida audaz e innovadora: la creación de un impuesto a la riqueza. Esta iniciativa, sin precedentes en la región, buscaba gravar a los sectores más pudientes de la elite cuyana para obtener los recursos necesarios para financiar la gesta libertadora.
El impuesto a la riqueza fijaba una tasa de 4 reales por cada 1.000 pesos de capital individual, de acuerdo a lo declarado por cada contribuyente ante el Cabildo. Esta medida se basaba en el principio de equidad, y buscaba que aquellos con mayor capacidad económica contribuyeran proporcionalmente al esfuerzo bélico.
La implementación del impuesto a la riqueza no estuvo exenta de críticas y resistencias por parte de la elite cuyana, quienes veían en esta medida una carga excesiva sobre sus fortunas. Sin embargo, San Martín se mantuvo firme en su decisión, argumentando que «en tiempos de revolución, todos deben contribuir al esfuerzo de guerra».
El dinero recolectado gracias al impuesto era también usado por el gobernador para construir y mejorar obras públicas en la región, incluyendo el desarrollo de la industria, el sistema educativo y de salud públicos, el sistema carcelario, e incluso obras puntuales, como desagües y fábricas.
San Martín también dispuso la expropiación de diezmos, limosnas y capitales pertenecientes a la Iglesia, institución que poseía las mayores riquezas de la época. Esta medida, aunque controvertida, buscaba ampliar la base de recursos disponibles para financiar la causa independentista.
Más allá de su impacto inmediato, la estrategia fiscal implementada por San Martín en Cuyo dejó un legado duradero. Su visión innovadora, su compromiso con la equidad y su capacidad para tomar decisiones difíciles en pos del bien común lo consolidan como un líder excepcional, capaz de implementar políticas públicas efectivas incluso en situaciones de extrema complejidad.
La medida fue más tarde replicada por otros gobiernos regionales y argentinos, como el de Juan Domingo Perón, y estuvo también presente en el abanico de estrategias usadas por países desarrollados para proteger su industria y financiar el desarrollo del consumo interno.